UNA NUEVA EDICIÓN DEL BAFICI: EL FESTIVAL SOLITARIO

UNA NUEVA EDICIÓN DEL BAFICI: EL FESTIVAL SOLITARIO

por - Festivales
31 Mar, 2025 11:32 | Sin comentarios
26 años de Bafici. Algunas consideraciones generales.

Cuando empezó en 1999, nadie podía saber todo lo que habría de pasar con el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires. Comenzó tímidamente y en menos de cinco años se había transformado en un evento ineludible del calendario de festivales del mundo.  En el Bafici se podía vislumbrar qué estaba pasando en el cine en tiempo presente. Esos años fueron prodigiosos.

El cine argentino independiente florecía. Se daban a conocer nuevos cineastas, el pluralismo estético era ostensible y la discusión crítica estaba a la altura del fenómeno. El vigor de una época se constaba en la programación, en las actividades paralelas, en las publicaciones, en los invitados. El hermoso diario del festival, de título “Sin aliento”, se publicaba en papel. En las secciones de preguntas y respuestas los maestros de nuestro tiempo respondían sobre sus películas. Jim Jarmusch, Tsai Ming-liang, Béla Tarr, Raúl Ruiz, Kelly Reichardt salían de una función y pasaban de inmediato a presentar otra. Los grandes críticos de cine del siglo, como Jim Hoberman, Kent Jones, Adrian Martin y Jonathan Rosenbaum, entre otros, participaban de debates y acompañaban las funciones. Fueron años indelebles, propiciados por circunstancias favorables.

Retaguardia

Sucede que un festival de cine no es un evento aislado. El Bafici estuvo siempre signado por su tiempo. El estado del cine lo invistió en sus inicios y le prodigó la gracia que ayuda a consolidar un esfuerzo, del mismo modo que el país cambiante en el que se celebra moduló su presupuesto y asimismo su perspectiva política. Después de 26 años de existencia, el festival ocupa para la experiencia cinematográfica en Argentina un espacio inesperado. Javier Porta Fouz lo sabe, y en la presentación reciente de la programación así lo confirmó. Él y su equipo no son improvisados. Conocen todas las contingencias que ponen a prueba un festival. Un evento de esta índole no implica solamente elegir películas y justificar la programación dejando entrever una agenda estética. El gusto es una condición para delinear una coherencia estética, pero un festival está asediado por otros factores. 

Lo que hizo recientemente la autoridad máxima del INCAA con el Festival de Mar del Plata, desmantelando un equipo tan capaz como el del Bafici y eligiendo a dos personas de la industria en la dirección, cuyo conocimiento del mundo de los festivales es equivalente al que puede tener de la mecánica cuántica un buen abogado, ha dejado al festival porteño en una situación solitaria y de máxima responsabilidad. La cantidad de películas argentinas en carácter de estreno mundial que se proyectarán en el festival reviste al hecho de una dimensión casi salvífica. ¿Dónde se verán en condiciones apropiadas, si no es en el Bafici? ¿Quién apoya hoy al cine vernáculo independiente? Puede ser el último Bafici con tantas películas argentinas. El año que viene se avecina como una incógnita. Se ha filmado poco y nada en el 2024. No existen motivos para creer que esa sequía habrá de conjurarse en el año en curso. ¿Hace falta decir que el cine argentino está en riesgo?

Rozier

Quienes hacen el Bafici son conscientes de lo que está pasando. También saben que la circulación del cine contemporáneo en las salas y las plataformas tiende a una paradójica homogeneización. Se filma cada vez más, pero en los espacios de exhibición comercial, e incluso en los festivales, se insiste con más de lo mismo. En la edición de este año se podrán ver películas clave de los últimos meses. No están todas, pero sí algunas insoslayables. Que el Bafici estrene Tardes de soledad justifica todos los esfuerzos y el evento en sí. La película de Albert Serra sobre la tauromaquia  —una meditación radical sobre la voluntad de vivir— es una proeza del cine del presente.

Hay otros títulos recientes de peso. Kontinental ’25, de Radu Jude, Paul, de Denis Côté, Ariel, de Lois Patiño, La generación a la deriva, de Jia Zhang-ke, Primitive Diversity, de Alexander Kluge, entre otros. También hay muchas apuestas en las competencias, porque la administración actual del Bafici, que lleva más de una década en el comando, ha tomado distancia de ciertas tendencias de los festivales y prueba con cineastas menos conocidos. Es una política de programación: no someterse al mero prestigio que confieren los festivales a las películas y buscar por otras zonas menos transitadas. Un buen ejemplo: Monstruo de Xibalba, o Retaguardia. A todo esto, más allá de que las retrospectivas ya non son como las de antes, el foco dedicado a Jacques Rozier compensará bastante esa devaluación impuesta por el contexto económico y encenderá la memoria de los cinéfilos exigentes. Empieza otro Bafici. Serán días atípicos para una época de recortes, agravios y demoliciones.

Roger Koza / Copyleft 2025