VENTANA ANDINA. II FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE. EN PLENA EXPANSIÓN.
Por Jorge García
Una muletilla consagrada entre todos aquellos que organizan y asisten a festivales de cine es aquella en la que se señala que siempre es más difícil realizar la segunda edición que la primera, algo que en este caso Ventana Andina se encargó de desmentir. Organizado por la Secretaría de Cultura de la provincia de Jujuy, cuyo titular, el hiperactivo Gonzalo Morales, es el director del festival, Ventana…surgió como un evento destinado a desarrollar el conocimiento y la comercialización del cine de la región, no solo el de nuestro país, sino también el de Bolivia, Chile y Perú, agregándose también este año Ecuador como país invitado. Pero tal vez lo más sorprendente haya sido la expansión del evento, que de los cinco días de su primera edición pasó ahora a nueve, con un notable crecimiento en la cantidad de películas y de invitados, por no hablar de la respuesta del público, que, en funciones gratuitas, cuadruplicó la cantidad de espectadores.
Por otra parte las exhibiciones no se limitaron a San Salvador, capital de la provincia, sino que se extendieron a otros lugares, como Purmamarca, Tilcara, San Pedro, Libertador General San Martín y La Quiaca, donde incluso se abrió una sala, ciudades en las que no solo se proyectaron películas de la programación del festival sino que también se desarrolló paralelamente la muestra Nueva Mirada con films para la infancia y la juventud.
En cuanto a las actividades que se programaron en la sede central fueron variadas y abundantes, con una Competencia Internacional de Ficción y otra de Documentales, la Competencia Nacional, en la que se exhibieron películas de ambos géneros y la Regional con producciones realizadas en la provincia, más dos retrospectivas, una completa dedicada a la obra de Pablo Trapero y otra con cuatro films del legendario realizador boliviano Jorge Sanjinés, a lo que hay que agregar los homenajes que se realizaron a los 20 años de la película Casas de fuego, rodada en la provincia y a los 30 de La historia oficial, que se proyectó en una copia restaurada. Si a ello le sumamos la realización de numerosas charlas con directores, actores y productores, la de dos talleres especializados y la ronda de negocios, está claro que estamos ante un evento en plena expansión que –según sus organizadores- promete desarrollarse aun más en próximas ediciones.
También hay que señalar que esa expansión provocó algunos desequilibrios, que se tradujeron en inesperados cambios de horarios de las películas, con los consiguientes contratiempos que ello implica y algunos problemas de comunicación entre el staff, temas mejorables, que seguramente serán resueltos en próximas ediciones. Por otra parte, dio la sensación que al festival le sobraban un par de días (vg, en el primero solo se realizó la función inaugural y en el último únicamente se desarrolló la premiación). Como fui jurado de la Competencia nacional, no hablaré de ella y sí me referiré en cambio a algunas películas que estuvieron fuera de esa sección y tuve oportunidad de ver y me provocaron interés en diferentes grados.
El patrón, radiografía de un crimen, de Sebastiám Schindel, ofrece durante la primera hora de metraje un relato de inusual dureza, centrado en la relación casi de esclavitud que se entabla entre el dueño de una carnicería (Luis Ziembrowski recargado, en plan desagradable) y un muchacho tímido y sumiso venido del interior (un sorprendente Joaquín Furriel). Sin demasiadas sutilezas y apelando a un descarnado realismo “sucio”, el film describe con crudeza una situación de hiper-explotación –agravada por la presencia de la mujer del muchacho embarazada- que culminará trágicamente. El film se debilita por el desarrollo de la historia paralela del abogado que se relaciona con el muchacho y –en particular- por una poco verosímil amistad entre la mujer del letrado y la esposa del protagonista a lo que se suma un discurso políticamente correcto que el abogado pronunciará durante un juicio. Curiosamente, el director señaló que había “ablandado” deliberadamente la última parte del film porque era demasiado duro. Una lástima.
Refugiados, de Diego Lerman, describe la desesperada huída de una joven madre embarazada (Julieta Díaz, excelente) de su marido golpeador, acompañada de su pequeño hijo. El film está narrado con fluidez y sostiene la tensión en muchos pasajes -aunque se recuesta mucho en el tono de thriller de suspenso- acertando en mantener fuera de campo permanentemente al hombre. Hay en el film varias secuencias logradas y el final intenta una suerte de relectura del de Los 400 golpes. Un film en el que Lerman levanta la puntería respecto de su anterior film, el poco convincente La mirada invisible.
Abuelos, el mejor film del paquete ecuatoriano, es un documental del año 2010 de Carla Valencia Dávila en el que a través de un relato en primera persona ofrece un sentido relato sobre sus dos abuelos, uno ecuatoriano, un médico autodidacta descubridor de varias medicinas no tradicionales y preocupado por la posibilidad de la inmortalidad, y el otro chileno, un militante político asesinado por la dictadura chilena pocos días después del golpe contra Salvador Allende. Recurriendo a su memoria, algunas entrevistas, fotografías y cuadernos, la directora, sin recurrir a sentimentalismos gratuitos, ofrece un film con un ajustado uso de la voz en off y varios momentos de una sobria emotividad.
La chilena La madre del cordero, ópera prima de Enrique Farías y Rosario Espinosa, está centrada en la relación entre una madre hipocondríaca y dominante y su hija soltera y casi cincuentona que vive pendiente de ella. La llegada de una amiga de juventud de la hija al pueblo donde viven provocará algunos cambios en la situación. El mayor problema del film es que subraya demasiado los caracteres opuestos de madre e hija y entre las dos amigas, desdeñando cualquier matiz de ambigüedad y provocando que cada uno de los personajes aparezca como demasiado unidimensional y esquemático.
Otro film chileno visto fue Matar un hombre, tercera película de Alejandro Fernández Almendra que, basada en un caso real, describe la reacción de un hombre perteneciente a la clase trabajadora, luego que un grupo de marginales lo asaltaran y le robaran. Cuando su hijo fue a pedir explicaciones, fue herido de un tiro por el jefe del grupo, lo que provocó su prisión y condena por una año y medio. Al salir de la cárcel, el agresor comenzó a hostigar a la familia, con un intento de violación a la hija del protagonista incluido cayendo las sucesivas denuncias en saco roto lo que provocará la reacción del protagonista. Fernández A. es un director con talento para manejar los tiempos del relato y graduar el suspenso, pero su mirada sobre los marginales es cuestionable, a la vez que no cuestiona el ejercicio de la justicia por mano propia y tampoco es satisfactoria la inesperada resolución de la historia. De todos modos, aun con estos reparos, el director ratifica que es uno de los realizadores más dotados del cine chileno actual
Las películas de Jorge Sanjinés, al menos las que conozco, son un claro ejemplo de cine militante, claramente identificado con una postura popular marcadamente antiimperialista. En sus films no hay ninguna intención de objetividad ni equilibrio y la toma de posición está explicitada desde la primera toma. El enemigo principal tiene un tercio inicial muy bueno en el que la muerte de un militante campesino a manos de su patrón da lugar a una rebelión popular. Sin embargo el film desemboca luego en una suerte de épica del movimiento guerrillero boliviano que hoy, a la luz de los acontecimientos posteriores, resulta claramente fechada. De todos modos, sobre todo en el tramo mencionado, Sanjinés consigue imágenes de estremecedora potencia en la que se detectan influencias del cine ruso mudo. El coraje del pueblo, está centrada en una matanza de mineros provocada por fuerzas represivas en complicidad con grandes grupos económicos. Aquí también la notable potencia de las imágenes (vg, la brutal represión del comienzo) y un fluido trabajo de la cámara consigue superar el esquematismo con que están presentadas algunas situaciones y la ausencia de una mirada más profunda de los problemas políticos y sociales de su país.
La exhibición de La historia oficial, de Luis Puenzo, a 30 años de su estreno era una buena oportunidad para reverla. El film fue presentado en una copia restaurada, aunque algunos problemas con el sonido provocaros las quejas del realizador, presente en la sala. Vista después de muchos años, la película mantiene las virtudes del momento de su estreno y también las deficiencias que mostrara en ese entonces. Entre las primeras, la de ser la primera película que abordara el tema de la apropiación de bebés de padres asesinados y/o desaparecidos, una narración fluida y varias escenas logradas con momentos de bravura (la secuencia inicial, las de la protagonista con una amiga que estuviera presa y torturada y su encuentro con una Abuela de Plaza Mayo), en tanto que en el film –más allá de que está explicitado en una sola escena- sobrevuela permanentemente la teoría de los “dos demonios”, pone demasiado el acento en la crisis de la “burguesa con culpa”, hay personajes que resultan irritativos (como el de Patricio Contreras) y suena inconvincente el prolongado primer plano tratando de “humanizar” al personaje que interpreta Héctor Alterio. En cualquier caso, el film todavía da lugar a acaloradas discusiones, como se pudo apreciar en el debate sostenido luego del film entre el director y numerosos jóvenes que habían visto el film por primera vez.
El festival de cine Ventana Andina, con solo dos ediciones se ha convertido en un referente ineludible entre los eventos de ese tipo en el país. Es de esperar que consigan sostener, y si es posible, desarrollar, el crecimiento expuesto en esta edición. Ojalá así sea.
Jorge García / Copyleft 2015
Últimos Comentarios