VERA CHYTILOVÁ (1929-2014)
En los años 60 aparecieron algunas de las propuestas más libres y renovadoras de la historia del cine. Baste recordar títulos como Hace un año en Marienbad (A. Resnais), Dios y el diablo en la tierra del sol (G. Rocha), Los paraguas de Cherburgo (J. Demy), Pierrot, el loco (J. L. Godard), Dillinger ha muerto (M. Ferreri) o La tragedia de una telefonista (D. Makavejev), todas ellas, aunque hoy resulte difícilmente creíble, estrenadas en Buenos Aires. Al mismo tiempo, en los países socialistas surgieron realizadores, como el húngaro Miklós Jancsó o movimientos como el de la llamada Nueva Ola Checa que rompieron con estilos hegemónicos rutinarios y anquilosados. Y fueron justamente dos películas de esa escuela las que también podrían sumarse sin problemas a aquel selecto grupo (también estrenadas en Buenos Aires): una fue Diamantes de la noche, de Jan Nemec, un brillante film que rompía con todos los clisés de las obras que trataban sobre las relaciones entre nazis y judíos, con un originalísimo tratamiento del tiempo que fue en alguna medida retomado por Julio Medem en Los amantes del círculo polar (es posible que a esta película haya posibilidades de verla en alguna próxima programación del Malba); la otra fue Locas margaritas, de Vera Chytilová. De la realizadora checa se había ya estrenado Sobre algo diferente, un relato de tono realista sobre mujeres gimnastas más emparentado con las obras de otros realizadores de esa escuela como Milos Forman, Jiri Menzel, Jaromil Jires o Ivan Passer y nada hacía prever la explosión que se produciría en su próximo trabajo. Es que Locas margaritas es un auténtico OVNI dentro del cine de esos años con su tono anárquico, provocativo e irreverente, su libertad narrativa en la que desaparecía cualquier atisbo de naturalismo y/ o costumbrismo, su virulento ataque a todos los valores establecidos sin importar que estos fueran capitalistas o comunistas y un nivel de destructividad -representado por esas dos muchachas que deciden ser tan corruptas como el resto del mundo-, que hacía recordar los mejores momentos de Stan Laurel y Oliver Hardy. Desde luego que el film fue inmediatamente prohibido en su país y le valió a su directora un ostracismo de varios años. Luego se estrenaron aquí un par de películas más de Chytilová (Los frutos del paraíso, El juego de la manzana) que seguían mostrando su desapego por las narraciones realistas, aunque sin la originalidad ni la fuerza de su antecesora. Muchos años después, Vera Chytilová apareció ya anciana en un festival de Mar del Plata, con una película cuyo nombre no recuerdo con la que intentaba reverdecer, sin lograrlo, antiguas glorias. Pero Locas margaritas seguirá permaneciendo como una de esas películas que –al margen de los valores del resto de su obra- le asegurarán a Chytilova un lugar recordable en el panteón de la historia del cine.
Jorge García / Copyleft 2014
como los sesenta no hubo ni habra en cine
«panteon» como ref. fúnebre es deprimente. mejor olimpo o empíreo o cielo