VICIO PROPIO / INHERENT VICE (01)
PERDIENDO EL CONTROL
Por Marcela Gamberini
La lectura de Thomas Pynchon es lisérgica. No es un autor fácil para paladares débiles, sus libros en general hablan de conspiraciones, manejos políticos, manipulaciones de todo tipo. Son, en definitiva, libros fuertemente políticos. Habla (más bien escribe, porque es un tipo poco dado a la cosa pública) sobre EEUU, su historia, su devenir, el sueño americano, la desintegración de un país; casi siempre sus libros adquieren la forma de las conspiraciones como formas de la ficción que intentan explicar el mundo, su mundo desde el delirio y la paranoia. Su objetivo, pareciera ser, es buscar siempre y no encontrar nunca la esencia, el nudo, el eje, por eso, sus ficciones son laberínticas, descontroladas. Una literatura controvertida sostenida por un escritor controvertido que no da entrevistas, que se lo conoce apenas por un par de fotos de espaldas. Un tipo raro y brillante.
Si para Borges la Historia universal es infamia y sueño, para Pynchon es una conspiración alucinada. No es inocente juntar estos dos escritores que comparten la mirada onírica, los juegos del lenguaje, las ironías, las formas laberínticas. Todo esto aparece en Vicio propio (la película) donde Paul Thomas Anderson retoma el estilo de la novela de Pynchon y le pone una desmesura de imágenes allí donde hubo palabras desmesuradas.
Vicio propio / Inherent Vice, EE.UU., 2014
Como ya lo hiciera con la excelente The Master (2012) Anderson retoma el tema del delirio estadounidense, de las conspiraciones y los grupos de poder; esta vez de la mano de Pynchon. La transposición del libro es genial porque Anderson recrea la clave de la novela (si es que hay una): sus imágenes de ensueño, fundidas en el humo de la marihuana que hacen que la lectura de los setenta- setenta, sea alucinada, descontrolada. El tema de fondo de la película es, justamente, la mirada de ese hombre que al comienzo de la película se despierta de un sueño hippón, desesperanzado, rodeado de aroma a marihuana, que como Stephan Dedalus – el célebre protagonista del Ulises de Joyce- pareciera pensar que la historia es una pesadilla de la que intenta despertar. De hecho el protagonista el detective “Doc” Sportiello despierta varias veces a lo largo de la película. Ese primer despertar es acompañado por la presencia casi onírica de su ex mujer, su amor eterno quien acude a él porque está metida en un lío de hombres, de política, de conspiraciones, de paranoias. Ella es la típica femme fatal vestida con los vestidos de los sesenta, maquillada como en los sesenta que viene a enredar la desprolijamente hilvanada vida del detective. La época son los primeros 70. El lugar, una pequeña ciudad costera llamada “Gordita” sobre los márgenes de Los Ángeles. La narradora, una voz en off encantadora, que a veces aparece como un fantasma drogado en el medio del relato, poniéndole rostro a la voz que conduce la narración y otras veces aparece como la velada psicoanalista del detective. Quizá haya ahí también una lectura ácida (hablando del tema) sobre el psicoanálisis. ”Doc” Sportiello cuando habla con sus extraños informantes, también tiene una libretita y anota sus interpretaciones. Como ya se dijo tantas veces, tal vez, todo es una cuestión de interpretación, desde el libro, hasta la película, desde los personajes hasta los relatos que la película ofrece. Pero volviendo al tema de la narradora, ella cuenta desde el presente, opinando y entrometiéndose en los vericuetos del relato y es ella la que cierra, contando melancólicamente acerca del “mar del tiempo” y del destino fracasado de Norteamérica. También en esta inclusión existe un sustrato interesante, el pasado y el presente, dos relatos que se mezclan, se pisan, se entrelazan, se mienten y se afianzan. Una manera de revisar el concepto filosófico acerca del tiempo, su transcurrir, su devenir y con él el peso de la Historia; ésa, escrita con mayúscula: la Gran Historia Americana y su sueño sesentoso donde EEUU es la madre adicta y donde la California Vigilante te observa siempre, donde Vietnam fue una locura y se persiguen con la pesadilla Mason- y la otra, la pequeña historia personal e íntima, donde, por ejemplo, con un romántico plano secuencia bajo la lluvia se recrea una adicción y un amor o viceversa, o ¿es lo mismo? El tema de la película es el cruce siempre fatal, siempre imponente de la Historia con la historia, el choque de los vicios públicos con los vicios privados. Y por supuesto, el cruel avance del capitalismo, que arrasa con todo, con tierras, con propiedades, con ideas, con cuerpos.
Es muy claro en la película que las mujeres son las que hacen avanzar el relato a fuerza de problematizarlo, de descontrolarlo; desde la narradora que lo abre y lo cierra, pasando por la ex novia que viene a contarle el conflicto al fiacoso detective, pasando por la mujer del magnate desaparecido y llegando hasta las prostitutas que le dan datos al detective. Este es el universo de las mujeres en el noire, aunque Vicio propio sea eso y mucho más.
El gran Joaquín Phoenix es “Doc” Sportiello, un detective extraño, melancólicamente hippie, que ya empieza a extrañar una época que supone no volverá, un buen tipo, un poco ingenuo, gracioso y desconfiado, bohemio y fumón que vive en un ecosistema rodeado de marginales (no por nada es un pueblito a la vera del mar, un pueblo fronterizo). Moldeado por Anderson sobre la base de los detectives de las películas y de la literatura negra más clásica, “Doc”, aparece como el fantasma hippie de Marlow. Enfrente, el policía rudo llamado Bigfoot, que la película misma se encarga de alistarlo en las filas del macho, machísimo John Wayne, un tipo tosco , malo, que se jacta tanto de su aspereza como de sus hallazgos y a la vez no para de comer helados de una manera bastante sensual (¿).Genial es la escena donde “Doc” despierta (otra vez!!) de un golpe, en el piso, afuera de un prostíbulo, al lado de un cadáver y puede entrever, desde el piso, la llegada “muy cowboy” del policía con un casi ejercito detrás. Los pasajes más divertidos, como cuando Doc decide ponerse los “trapitos” en el pelo para cambiar su peinado (dicen por ahí que Pynchon dijo “no me canso de repetirlo: cambia de peinado, cambia de vida” pero seguramente sea, como en todos los mitos, una ambigua verdad). Ante esta escena es imposible no recordar al Monzón de ruleros en Soñar Soñar, personaje con el que Sportiello tiene algunas semejanzas (¿habrá visto Anderson Soñar Soñar?) O el diálogo que tienen frente a frente el policía y “Doc” donde los gestos obscenos intentan suplir las palabras, o la entrada de “Doc” al prostíbulo donde dos chicas ofrecen el combo sexual del día, o la hilarante conversación con la supuesta viuda de un delincuente drogón –Owen Wilson- que ha desaparecido. Estas escenas, entre otras, imprimen a la película de un clima irónico, mostrando el carácter más débil de sus personajes, más humano, mas delirante. EEUU es un delirio que a veces es trágico y a veces cómico. Las hermandades arias, las sectas, los grupos de policías corruptos, el contrabando de drogas, la corrupción, la prostitución, las desapariciones, las muertes que no se concretan –temas que no son nuevos para Anderson-; son todos motivos que aparecen en la película que, en algún momento, parece perder el control y no está mal que así sea. Todos pierden el control en Vicio propio: el relato se vuelve un anacoluto, que para, que se desvía, que va y viene y se abre y pareciera descontrolarse. Sus personajes son descontrolados, la historia es descontrolada; la puesta en escena de la película es un descontrol. Sobre un relato más bien clásico (no deja de ser en la superficie la clásica historia de un detective) Anderson dibuja una forma moderna, donde aparecen imágenes que se superponen y se funden, mapas sobre cabezas en viaje, una cámara que empieza una secuencia con unas banderitas rojas flameando sobre un cielo extremadamente celeste y termina, cíclicamente en el mismo lugar, saltos de eje, miradas a cámara. La película es una película fumada, alucinada, que se desvanece y vuelve a tomar forma, que se desvía y retoma el camino. La América de los 60 fue alucinada, desquiciada y cuando esa euforia se desvanece sus personajes quedan sin rumbo, como Doc Sportiello, como su melancólica ex, como la narradora que guía a Sportiello, como Owen Wilson en la piel de un drogadicto simpático buchón que dan por muerto pero está vivo en una especie de secta atravesada por el fantasma de Manson.
Como en The Master, Anderson hace de nuevo una película genial. Esta vez de la mano de Pynchon –y los ecos eternos de El largo adiós de Raymond Chandler- y de nuevo con el protagonismo de Phoenix. Vicio propio es como un vicio, que te acompaña un tiempo largo después de verla, que no se puede dejar, que te da vuelta en la cabeza un tiempo largo, esas películas donde la música y las tramas y subtramas te transportan, como en una experiencia psicodélica y alucinada. Que hay que dejarla que te rebote en la cabeza, que se arme.
Vicio propio termina, allí donde empieza, casi con el mismo plano. Un pedacito de mar entre dos edificios, pero la imagen del final se ve invadida lateralmente por autos. Cierta idea de progreso, la llegada fatal del capitalismo, el avance de la tecnología es reforzada por la aparición, tímida, de los autos. Pasa que, en definitiva Vicio propio también habla sobre una época que se fue, que se está escapando, una época donde el fuego se está extinguiendo – por eso tanto humo, tanto humo- y otra época que llega. Anderson marca, con sutileza pero con firmeza, melancólicamente, con poesía y con conspiraciones ficcionales y reales; el final de una cultura, de un modo de vida, de una ideología.
Marcela Gamberini / Copyleft 2015
Ay Marcela, notable sencillamente. Que bien donde pones el lugar del relato y el descontrol, lo lisérgico y el fin de época, con el fantasma de Marlowe. Yo extrañaba leer algo así y que bueno que hay tribu Andersoniana.
Gracias Ivan !!!! y si, tenemos tribu andersoniana.
Cariños
Como Andersoniano que soy, siento que esta vez no puedo sentirme agraciado por el talento del director como en sus (todas) anteriores películas. Coincido en que quedan durante algunos días como resaca del visionado, algunas imágenes, algunas situaciones, que en mi opinión habría que atribuírselas a PTA y no al escritor de la novela. La cual no he leído y sospecho que pasaré. Pero bueno, como dice Roger: el gusto agota la discusión. Sin embargo hay dos cosas que son demasiado como para dejarlas pasar:
1- Comparar a Big Foot (Josh Brolin) con Wayne me parece desafortunado. Ni a los tobillos le llega, tanto actor como personaje (aunque no se especifica con que personaje de Wayne se lo compara; recordemos que su paleta no era tan estrecha como se sugiere habitualmente).
2-Si bien señalás en una parte que «todo es cuestión de interpretación», el siguiente párrafo, me parece excesivo:
«…Vicio propio termina, allí donde empieza, casi con el mismo plano. Un pedacito de mar entre dos edificios, pero la imagen del final se ve invadida lateralmente por autos. Cierta idea de progreso, la llegada fatal del capitalismo, el avance de la tecnología es reforzada por la aparición, tímida, de los autos…»
Esta frase me parece un exceso de interpretación; generalmente intenciones que se crean en la mente del interpretador que son desmentidas por los directores en los reportajes.
A mi, una de las pocas partes que me hicieron reír, o mejor, sonreír, es la que Doc dispara, se levanta exaltado y dubitativo pregunta: «Te di?».
Querido Mariano: no soy yo quien responda por MG. Pero sí quiero decir algo: estoy de acuerdo sobre la «acusación» de sobreinterpretación del plano en el que MG ve la llegada del progreso, aunque no es de todo improcedente. Lo que no estoy de acuerdo contigo es que la correcta interpretación recaiga en lo que un director decidió hacer o querer significar. Las intenciones conscientes de los directores tienen importancia, pero las determinaciones inconscientes y las fuerzas sociales que se entrometen más allá de la voluntad de los creadores son tan decisivas como las que el director cree poner en juego. Si no fuera así, las películas de Lynch, según Lynch, serían la mitad de valiosas de lo que realmente son. Saludos. RK
No quiso ni quiere ser «acusación». Supongo que estamos en tiempos muy judicializados, pero para nada esa fue la intención. Es sólo una opinión disidente.
Es verdad lo que agregás, y claro, corresponde en una generalización. Siempre me acuerdo de una anécdota que contaba un viejo director de cine argentino, cuando una vez tuvieron la posibilidad de hablar con (no recuerdo bien esto, ni otras cosas más), creo el DF de un film italiano (tampoco recuerdo cual, pero era probablemente Antonioni el director), y le hablaban de ese plano en donde una pareja se besaba sobre la hierba y al fondo, un tren entraba en un túnel de montaña. Todos hablaban de la penetración y de la significación de tan elaborado plano. El DF, algo sorprendido les contaba a los interlocutores, que ni sabían que por allí cerca pasaba un tren y que mucho menos habían calculado que pasara y penetrara la montaña en ese momento.
En cuanto a las películas de Lynch, yo dividiría bien unas de otras; digo las valiosas de las no tanto.
Un abrazo enorme.
Claro que ahora veo que lo que decís de las fuerzas sociales que se entrometen, podría ser este tren que se empecinó en cruzar el cuadro np?.
No creo que se trate de un buen ejemplo. Las fuerzas sociales es todo aquello que en un tiempo específico inlfuye a cualquier sujeto: un sistema económico, una práctica colectiva de signos, una forma de intercambio social concreta y repetitiva en torno a los deberes y placeres, etc. Todo eso delimita o constituye las condiciones materiales de un film. Para mí, un gran artista es aquel que entra en sintonía con todo eso y lo expresa y lo interroga hallando una forma particular. Abrazo. RK
Primero, te agradezco mariano por tu lectura, tan atenta al texto. Y si, todo es una cuestion de interpretacion y eso vale tanto para el cine, como para los espectadores, como para los directores. Sumamos y sumamos sentido y leemos las películas desde un horizonte de expectativas propio, subjetivo y a la vez contextual, social, económico. Por eso, lo que digo en el texto es mi mirada, tiendo a la sobreinterpretacion, me gusta diseccionar cada plano e ver como se integra al sentido de la película. Pero acepto, sin ningun tipo de problemas, tu sugerencia y tu interpretacion.
Ahora lo de Wayne, lo dice, irónicamente, la narradora de la película. O eso escuché yo?
Y no me siento «acusada», todo lo contrario. es un gran trabajo leer con interés las criticas y comentarlas y eso es valorable y mucho.
espero leerte mas seguido en los comentarios, que siempre aportan.
Cariños
Es importante en este momento de las cosas de cine, sus lecturas, sus debates y divorcios, insistir en esta zona del «contrato» , algo así como su ontología social. Algo así como una un arte histórico y social sobre lo social, su lugar político en definitiva, de escucha y mirada de un mundo…
Recordé esta entrevista que realicé hace un tiempo a Bruno Pequignot http://www.lafuga.cl/la-reticencia-a-la-imagen-siempre-es-politica/480
Hoy hablaba con mi mujer de esto y ella, con sabiduría me dijo que no sería casual que en el último plano del film, pasaran autos. Me dejó pensando y debo decir que seguramente PTA no dejaría que pasen autos porque si. Sus motivaciones conscientes e inconscientes probablemente tengan que ver con el avance del progreso, que sí está en la película en muchas partes (lo de progreso es obviamente discutible); por mi parte interpreto más algo en relación al personaje que se queda encerrado dentro, mientras la vida sigue afuera.
…y yo era el que recién hablaba de exceso de interpretación!!
Las mujeres te dejamos pensando Mariano!!!!
Exceso de interpretacion??? no sé, siempre hay limites. Pero aquello que está en la pantalla está, como los autos.
Me gusta esa relacion entre ese adentro de él, con casi una mirada a cámara y el afuera.
Saludos !
La comparación entre Big Foot y Wayne pertenece, efectivamente, a la peli y no a la crítica. En la primera aparición de Brolin, la voz en off de la narradora menta al susodicho …
Fabián: Si, claro. Esa comparacion pertenece a la película, las interpretaciones las aprovechan.
Saludos
No es una película sugerente, interesante, aquella que nos deja en ese estado de interrogaciones? Las prefiero sugerentes y erraticas, no perfectas.
Iván, yo también prefiero la errancia y las ambiguedades. Me parece que son mas permeables a las interpretaciones y a los trasvasamientos.
Saludos!!
Sabido que los andersonianos son algo adolescentes, atravezados por fuerzas sociales diversas… en fin, The Master estaba bien!! 😀
Seremos un poco adoslescentes, entonces!!! Que recuperar una mirada un poco mas ingenua o trasparente es todo un desafío.
Nadie, tenga la edad que tenga puede zafar de las pregnancias de las fuerzas sociales.
Y The Master tambien es una gran película!!
Muy buen texto de Marcela Gamberini, aunque no comparto el entusiasmo por la obra de Paul Thomas Anderson en general, y por Vicio propio, en particular. Creo que lo más interesante de PTA es su ópera prima, Hard Eight, algunos momentos de Magnolia, y quizás de The Master, aunque no termina de funcionar en su conjunto.
En el caso de Inherent Vice, Josh Brolin está muy bien y Katherine Waterston está maravillosa (en varios aspectos). Pero todo resulta una serie de viñetas inconexas, ingeniosas y divertidas en algunos casos, triviales e irritantes en su mayoría.
Coincido una vez más con David Walsh: https://www.wsws.org/en/articles/2015/01/28/vice-j28.html
Con el permiso de Koza, también dejo el link de la crítica de Walsh sobre Petróleo sangriento: http://www.wsws.org/en/articles/2008/02/ther-f06.html ¿Se imaginan a otro colega anglosajón escribiendo semejante cosa? De hecho, tengo una anécdota bastante penosa de DW al respecto.
Perdón que recurra a un argumento de autoridad, pero no pude evitarlo. Nuevamente, vaya mi aprecio por el texto de Gamberini, a quien leo desde la época de El Amante, y para todos los que escriben en el sitio de Koza. Los sigo con mucho interés en la coincidencia y sobre todo en la discrepancia.
Saludos desde Montevideo.
gracias Marcelo. Y bien por los aportes de una mirada diferente como la de DW.
Saludos!!!