VIDA EN SOMBRAS: UNA CONVERSACIÓN CON FERNANDO MARTÍN PÈÑA
Por Roger Koza
Fernando Martín Peña podría ser perfectamente el personaje que interpreta Fernando Fernán Gómez en esa obra maestra de Lorenzo Llobet-Gràcia llamada Vida en sombras (1949): un hombre que, literalmente, nace en medio de una proyección a fines del siglo XIX. Su vida estará atravesada por el cine; el placer infantil de ver películas se convertirá en una profesión y un modo de estar en el mundo.
Quien haya visto alguna vez Filmoteca en Canal 7, quien haya leído o escuchado a Peña, sabe muy bien el amor que siente por el cine. Este coleccionista, crítico, exdirector del BAFICI y del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, actual programador del MALBA, vive literalmente en un museo de películas.
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Roger Koza: ¿Cómo empezó tu relación con el cine?
Fernando Martín Peña: Empezó sobre tres ejes paralelos: la TV de la época, que era una gran filmoteca de cine clásico, la biblioteca de mi papá, que tenía varios libros de cine importantes para mí, y un proyector mudo de 16mm. que aprendí a usar desde muy chico.
RK: ¿Quiénes fueron tus maestros?
FMP: Tuve la suerte de que me adoptaran las tres personas cuya obra más admiraba: Homero Alsina Thevenet, Salvador Sammaritano y Jorge Miguel Couselo. El primero me empujó a escribir, el segundo me enseñó la importancia de la divulgación y gracias al tercero empecé a amar el cine argentino.
RK: ¿Quiénes fueron tus primeros amores en el cine? ¿Preferías a los cineastas o a las estrellas?
FMP: El primero-primero fue el Gato Félix, a través de un par de cortos mudos que venían con el proyector. Después los cómicos: Chaplin, Laurel & Hardy, Harold Lloyd, descubiertos en ese orden. Más tarde Buster Keaton. Y ahí ya las categorías se confundían porque todos ellos eran directores-estrellas.
RK: ¿Cuándo empezaste a escribir sobre cine?
FMP: Me empujó Homero, hacia 1988. Coincidimos en un par de ciclos donde yo pasaba la película y él daba una charla posterior. Un día en un café me dijo que yo tenía que escribirle una nota sobre restauraciones (él estaba en Página/12 en ese momento). Le respondí que nunca había escrito nada y él retrucó que no importaba, que él era un buen editor. Incluso me trajo bibliografía sobre el tema, un par de libros y artículos que me fotocopió. Así que escribí la nota y me la devolvió a los quince días reescrita por él. Entendí que yo debía comparar mi versión con la suya para entender cómo distribuir la información, prescindir de lo innecesario, estructurar el texto en forma de relato, tratar de que cada párrafo importara, etc. Y sobre todo, entendí que no tenía que enamorarme de lo que había escrito. Que había que romper, aprender y escribir de nuevo.
El COLECCIONISTA
RK: ¿Cómo fue que empezaste a coleccionar películas? ¿De dónde proviene el deseo de acumular y resguardar?
FMP: Quería ver las películas sobre las que leía en los libros y no encontraba en la TV. La única manera en ese entonces era comprarlas. Y en ese plan terminé descubriendo muchas películas que me gustaban aunque no estaban en los libros.
RK: ¿Por qué elegís comprar versiones en 35mm y 16mm y no te has entregado a la sustitución de la memoria analógica del cine por su reconstrucción digital?
FMP: Prefiero la textura del fílmico. Tiene otra luz, otros matices, otros colores, otra textura. La imagen electrónica no me produce las mismas sensaciones, el mismo placer, que la imagen fotográfica.
RK: En ese sentido, sos uno de los pocos que defiende a ultranza la textura del 35mm. ¿Cuál es la diferencia esencial y por qué ese afán por resistir?
FMP: Yo defiendo el hecho de tratar de exhibir en fílmico el cine que se hizo en fílmico. No me importa cómo se proyecten las películas hechas en digital, pero si se filmó en 35mm yo quisiera verlo en 35mm. O por lo menos en 16mm. Un transfer digital de cualquier clásico es otra cosa, que a lo mejor está muy bien para ver en casa, pero que destroza la obra cuando se lo lleva a la pantalla grande. Y luego está la cuestión de la preservación: ningún formato digital garantiza la preservación en el largo plazo de lo que contienen, así que el fílmico sigue siendo la única forma correcta de preservar un film.
RK: ¿Cuántos títulos tenés en tu colección?
FMP: Cerca de cinco mil largometrajes. En la Filmoteca también hay cortos, noticieros y programas de TV, pero el inventario no está ni en la mitad de lo que hay. Falta mucho trabajo.
RK: ¿Cómo se recuperan las películas?
FMP: No hay una fórmula. Hay personas que las venden, otras que sólo las cambian, otras que se deshacen de ellas porque no tienen sitio. Lo primero que hay que tener es lugar. Y luego vivir de algo que te permita comprar, siempre y cuando los precios no sean un disparate. También hay gente que se entusiasma con lo que hacemos y comparte el gusto por la divulgación, así que te las dejan en una especie de comodato para que se las cuides y las pases.
UNA DÍA EN LA HISTORIA DEL CINE
RK: ¿Cómo fue el hallazgo de la versión más fidedigna de Metrópolis?
FMP: Uf, larguísima historia. Primero una charla con Sammaritano en 1988 que me despertó algunas sospechas, luego una investigación en diarios y revistas de la época. Luego el acceso al material, recién en 2008, gracias a la designación de Paula Félix-Didier en el Museo del Cine.
RK: ¿Qué pensaste cuando se confirmó que la versión que habías encontrado resultaba ser la única copia existente de la versión más cercana al corte final de Fritz Lang?
FMP: Como dice Paula, cuando uno ama un libro, un disco o un film, uno quiere que se expanda, que no se termine nunca, que aparezca otra página, otra canción, más metraje. Creo que lo más intenso fue cumplir ese deseo: ver media hora más de un film que siempre amé.
EL DIVULGADOR
RK: ¿Hace cuánto que programás en el Malba y en qué consiste tu trabajo como programador?
FMP: Diez años. Consiste en elegir los estrenos (generalmente argentinos) del mes, en idear los diferentes ciclos retrospectivos de la programación, y en escribir textos que inviten a verlos. Últimamente también consiste en elegir personas que puedan aportar otras miradas, porque en diez años uno tiende a repetirse, supongo.
RK: ¿Qué aprendizaje te ha dejado ser director artístico del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y del BAFICI? ¿Qué diferencias ves entre los dos festivales y qué pensas de cada uno?
FMP: Lo más importante que me dejaron te diría que es la práctica de trabajar intensamente en equipo, algo a lo que yo no estaba acostumbrado y que pensé que no sabría hacer porque la naturaleza de mi laburo había sido hasta entonces bastante individualista. Hoy no creo que sean diferentes como cuando se iniciaron, pero creo que MdelP tiene más libertad para los programadores porque no tiene la identidad tan claramente definida por un determinado perfil, como sí lo tuvo siempre el BAFICI. Pienso que son, o deberían ser, complementarios. Propuse más de una vez, sin ningún éxito, que buscaran alguna forma equitativa de repartirse el año cinematográfico porque es ridículo que dos eventos producidos con dinero público compitan entre sí por ciertas películas.
RK: ¿Por qué y desde cuándo empezaste el BAZOFI?
FMP: Lo empezamos con Fabio Manes en 2012, porque nos parecía que el BAFICI se había vuelto muy solemne y predecible. Es absurdo que después de tantos años no sepa o no pueda contener su propia parodia y tenga que tomarse tan en serio, como si fuera la Iglesia. De ahí salió lo del BAZOFI, que programa las películas que nos gustaría ver en un festival, pero además es un poco parodia de toda la liturgia de la que se rodea el BAFICI.
RK: ¿Cómo surgió Filmoteca en Canal 7?
FMP: De una propuesta de Alejandro Fernández Mouján y Pablo Reyero, cuando se hicieron cargo del área de cine del canal. Yo había hecho una experiencia parecida trunca en el 2000, y propuse repetirla con algunas variantes. Empecé yo solo en 2006, con frecuencia semanal, y a fin de ese año me propusieron hacerlo diario, y ahí se incorporó Manes.
RK: ¿Las películas que pasan son las tuyas y las de Manes? ¿Cómo hacen el tránsfer para pasarlas en la televisión?
FMP: Muchas lo son, otras son de diversas distribuidoras. Las nuestras se transfieren en el canal, que está equipado para ello.
RK: ¿Cómo surgió hacer Filmoteca en vivo?
FMP: Mucha gente nos dice que les gustan las presentaciones que hacemos, supongo que por la informalidad, la falta de pretensión. Que veían las presentaciones aunque no llegaran a quedarse despiertos para ver la película. Y como realmente era mucha la gente que nos lo decía, nos pareció que correspondía llevar eso a un plano de contacto más directo, digamos.
RK: El criterio de programación es extraordinario. No hay jerarquía alguna en la selección. ¿Cuál es el secreto de Filmoteca?
FMP: Me parece que pasa por eliminar la idea de “placer culpable”. A todos nos gusta el “gran cine”, el cine canónico, pero también nos gustan muchas otras cosas de las que, si siguiéramos cierta ortodoxia, deberíamos avergonzarnos. A nosotros nos parece que no tenemos que avergonzarnos de nada que nos provoque goce y entonces tratamos por igual a muchos cineastas que normalmente han estado culturalmente separados. El mal cine pasa por otro lado, creemos (la falta de imaginación, el tedio). Y nunca ha tenido sitio en Filmoteca.
El HISTORIADOR
RK: ¿Qué te llevó a publicar un libro sobre 100 años de historia del cine argentino?
FMP: Es un libro por encargo. A Biblos se le ocurrió una colección “100 años de…” y el libro de cine me lo encargaron a mí. No es algo que hubiese hecho por propia motivación, me parece. Aunque es el tipo de cosa que uno siempre quiere que le pidan. No sé si me explico. Es decir: no lo hubiera hecho solo, pero me encantó tener una excusa externa para hacerlo.
RK: ¿Qué criterio seguiste para agrupar las películas y qué hilo conductor estableciste para hacer una lectura del cine argentino?
FMP: Creo que hay una línea que pasa por la idea que tenemos y tuvimos de lo que es la industria, que ha dejado una herencia simbólica bastante pesada y recurrente. El recorrido arranca antes de esa industria y termina ahora, que yo creo que es un después. O sea, no hay una industria real sino otra cosa, a la que habría que encontrarle un mejor nombre.
RK: ¿Cuáles son los grandes directores de la historia del cine argentino?
FMP: Uf. Muchos. Si tengo que elegir tres, son Hugo del Carril, Leonardo Favio y Leopoldo Torre Nilsson (el orden es alfabético). Pero una de las cosas que sostiene el libro es que el cine argentino no es tanto un cine “de autor” o de directores, sino de películas. Es increíble –o más bien inexplicable– la disparidad que podés encontrar entre dos films de un mismo cineasta.
RK: Y del panorama actual, ¿quién te parece el director más interesante?
FMP: De los que tienen obra propia, te diría que los que más me gustan son Adrián Caetano, Albertina Carri, Lucrecia Martel y Raúl Perrone.
Esta entrevista fue publicada en otra versión Ciudad X de La voz del interior durante el mes de diciembre 2012
Roger Koza / Copyleft 2013
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