VIEJO CALAVERA

VIEJO CALAVERA

por - Críticas
09 Sep, 2017 02:41 | Sin comentarios
El cineasta boliviano Kiro Russo descubre un mundo subterráneo y retrata la vida de los hombres que viven en él. Una mina, un protagonista y varios mineros bastan para sentir que el cine siempre puede sorprender.

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

LA VIDA EN LAS TINIEBLAS

Viejo Calavera, Bolivia Qatar, 2016

Dirigida por Kiro Russo. Escrita por. K. Russo, Gilmar Gonzales

***Hay que verla

Notable ópera prima sobre el trabajo y el ocio en el corazón de una mina

La doble persecución inicial es magnífica. Elder se esconde primero en un callejón oscuro del pueblo de Huanuni. No queda claro por qué lo buscan, pero sí que quienes lo hacen son perseverantes. Un poco después saldrá corriendo de una pista de baile; la escena tiene una fuerza indesmentible. Un film que empieza así difícilmente decepcione, y Viejo Calavera prodiga varias secuencias a la altura de la primera.

El motor narrativo es universal. El padre de Elder acaba de morir. Lo distintivo será la ceremonia, propia de una región cuyas creencias anteceden al cristianismo. Los lentos travellings laterales para introducir a los personajes en ese duelo y posicionarlos en escena es una marca del cine de Russo. El estilo importa en demasía, a riesgo de ser ampuloso, pero Russo anula esa eventual acusación porque las decisiones formales que toma sostienen el misterio del mundo que retrata. Lo necesita para conjurar la tentación antropológica y el exotismo.

Lo que viene después no es otra cosa que los estertores de una pérdida, aunque el personaje en cuestión no acuse abiertamente el dolor por esta. Los compañeros en la mina lo observan como siempre y desconfían; no es fácil simpatizar con Elder, que no se priva de realizar actos incomprensibles en los tiempos de ocio durante el trabajo en las profundidades de la mina.

La tensión dramática inicial jamás alcanza un cénit porque otra línea poética se apodera del film y fagocita en buena medida su voluntad narrativa. Los convenientes desvíos dan lugar a proezas observacionales que no están lejos del trance perceptivo. Russo filma el trabajo de las máquinas de la mina como si fuera un cineasta soviético de los años 30: registra el espacio como si flotara en él y reconoce que la hermosura plástica del cine reside en la dialéctica entre la luz y la oscuridad. Los planos generales con los que sigue el movimiento de los mineros en un agujero infinito dentro de la mina, en el que la luz depende exclusivamente de las linternas de los cascos, son inolvidables. Que un film dispense placeres observacionales en un universo audiovisual saturado de imágenes sin alma no es un logro secundario. Los planos de Russo son terapéuticos.

Tampoco es que Viejo Calavera se circunscriba solamente a intensificar los placeres ópticos y sonoros propios del cine y se desentienda de su relato y de todo aquello aledaño a él. Los mineros tienen su tiempo de ocio, cantan, recuerdan lúdicamente una tradición de protesta política y se permiten deleitarse en un sauna o nadar en una pileta. Que un cineasta se ocupe del descanso de los trabajadores con la misma perspicacia que cuando trabajan es un signo de respeto. Alguna crítica social también se escapa de los labios de algún minero. Es un susurro.

El debut de Kiro Russo es prodigioso. Pocas veces se empieza una carrera con tal aplomo y riesgo. He aquí un cineasta, alguien que no hace solamente películas porque quiere contar historias, sino alguien que liga su trabajo a una larga tradición que, justamente, dio su puntapié inicial con el registro de unos obreros saliendo de una fábrica.

* Esta crítica fue publicada en la versión online del diario La voz del interior en el mes de septiembre 2017

Roger Koza / Copyleft 2017

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