¡VIVA LA FRATERNIDAD!
Leo: “Así, en poesía se destruyen los límites de lo nacional, y los elementos de un idioma intercambian saludos con los de otro pasado por encima de espacio y tiempo, pues todas las lenguas están unidas por un vínculo fraternal, que se fortalece en la libertad y la domesticidad de cada una de ellas, y dentro de esta libertad son fraternalmente afines, y, cada una desde su propia casa, se llaman unas a otras”. Así hablaba Ósip Mandelshtam, el gran poeta ruso que murió en 1938 en un campo soviético de tránsito, camino a Kolymá, a los 47 años.
Leí ese párrafo del poeta en enero de este año. En ese momento, me distraje por un segundo cuando observé a una mujer que acarreaba bolsas con frutos secos y tés, convirtiéndose en una vitrina de venta callejera en movimiento a lo largo del día. En las calles de Hanói, los vendedores ambulantes pasan y se suceden ejercitando una ubicuidad paradójica: están siempre, pero la fugacidad es el atributo de sus apariciones. Quien no atiende a la calle, no los ve.
El cineasta Gustavo Fontán –del que hablaremos mucho en este mes en curso– acuña conceptos que sin proponérselo explican su poética. Últimamente, habla del merodeo. La palabra en sí tiene una connotación negativa. El diccionario de la Real Academia Española dice sobre la acción de merodear: “Vagar por las inmediaciones de algún lugar, en general con malos fines.”. El libro canónico que pretende regular la lengua castellana ofrece otras definiciones, y también son negativas. En todo su derecho, Fontán toma las nociones de “deambular” y “husmear”, asociadas al término “merodeo”, y con eso intenta definir una experiencia que, según su comprensión, permite aproximarse al misterio del cine. ¿Qué relación se establece entre el lente y lo real?
El cine de Fontán es en esencia una acción estética que busca fijar en imágenes la aparición de los fenómenos. Puede ser el trayecto de la luz y su desplazamiento en el espacio, el movimiento de un cuerpo o la contundencia de un objeto en el hogar. El merodeo consistiría en alcanzar, después de observar atenta y sostenidamente a través de la cámara, un registro originario del instante de la aparición de algo antes de que eso que aparece obtenga un valor de cambio y una función de utilidad. Pienso que a Mandelshtam le gustaría el cine de Fontán. Volveremos sobre esto en una entrevista exclusiva para Con los ojos abiertos con el autor de La terminal.
Abril será un mes dedicado a los estrenos y al imperativo de la llamada agenda. No cubriremos integralmente el BAFICI, pero sí habrá algún que otro texto sobre películas que se verán en ese festival; publicaremos muchas entrevistas, algunas ligadas al festival porteño. Por primera vez, habrá un texto para la nueva sección: 100 años atrás. De acá en más, al final de cada mes habrá una compilación de los programas emitidos de La oreja de Bresson y El cinematógrafo: todos los links estarán disponibles con una descripción de cada programa emitido. Pero la gran novedad de otoño es otra, y para nosotros es un acontecimiento: ¡comienza la columna de Adrian Martin! Mañana mismo se podrá leer la primera entrega.
Empecé a leer a Adrian Martin en 1997, lo conocí personalmente en el 2012, en México, cuando trabajaba en FICUNAM. Después de tanto tiempo, creo que es mi amigo, pero en un principio fue un ejemplo para seguir y una referencia ineludible en mi formación. Martin ha publicado libros extraordinarios. ¿Quién, si el libro cayera en sus manos, podría prescindir de una lectura sesuda de Mise en Scène and Film Style: From Classical Hollywood to New Media Art? Estoy seguro de que en todo lo que hago sigo estando muy lejos de su lucidez y precisión; intento, no logro acercarme demasiado, por eso lo sigo leyendo y aprendiendo de él. Que esté con nosotros, en este sitio que tanto cuesta sostener, es una alegría inmensa.
Decía recién que Martin era mi amigo. Lo mismo podría decir de Fontán. Sin embargo, no son estrictamente amistades, al menos en un sentido tradicional. No sé mucho de la vida ni de uno ni de otro. Pero hay algo que nos une, como si ese vínculo fraternal al que se refiere Mandelshtam para pensar la comunidad invisible que se forja entre los que escriben poesía en distintos idiomas pudiera extenderse a quienes hacen cine o reflexionan sobre y a partir de este. Fontán prodiga planos, Martin conceptos. Más que amigos, son mis hermanos, pero en el sentido que se desprende de la idea de fraternidad. Misterioso sentimiento es el de la hermandad, una experiencia que está en riesgo. El empecinamiento por el denuesto y la burla, o el goce de la maldad ante el sufrimiento de los otros constituyen toda una forma actual de estar en el mundo. Ante ese avance cultural del desprecio y la estupidez, prefiero decir y sin gritar: ¡viva la fraternidad!
Roger Koza / Copyleft 2024
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