VOYAGE, VOYAGE / MARIAGE À MENDOZA

VOYAGE, VOYAGE / MARIAGE À MENDOZA

por - Críticas
07 Sep, 2013 08:12 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

VIDAS FUGACES

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Voyage, voyage Mariage à Mendoza, Francia-Argentina-Bélgica, 2012

Dirigida por Edouard Dulac. Escrita por E. Dulac y Thomas Lilti

** Válida de ver

La ópera prima de Dulac es un film definitivamente menor, lo que no impide que se trate de un film encantador y digno del género al que pertenece.

Voyage, voyage, de Edouard Deluc, es una ópera prima extemporánea, no menos extraña que su cortometraje ¿En dónde está Kim Bassinger?, también rodado en Argentina. Esencialmente, es una road movie, no sólo porque los personajes viajan sino porque el carácter transitorio de la experiencia de viaje es contundente y evidente. Las buenas películas de viaje tienen un espíritu moderno y afirmativo: en la naturaleza fugitiva del tiempo se afirma algo, se dice sí mientras todo sucede; no hay una meta a seguir ni un destino a obedecer. El viajero se lanza, inventa algo, vuelve a empezar.

Dos hermanos parisinos llegan a Argentina. Estarán un rato en Buenos Aires y asistirán al casamiento de un primo que vive con su mujer argentina en Mendoza. Marcus escribe letras de canciones; Antoine es, según dice su hermano mayor, muy bueno con la tecnología, aunque su aspecto inicial es calamitoso. Recién separado, Antonie permanece dopado, una técnica efectiva para evitar el dolor.

Los hermanos pararán en un hotel de segunda categoría, irán a un par de bares guiados por el conserje, y una noche visitarán un burdel (una de las escenas más flojas). Después, de nuevo guiados por el conserje, viajarán, camino a Mendoza, al Valle de la Luna. En pleno viaje, una mujer muy joven (la hijastra del conserje) se unirá al grupo, y llegarán todos juntos al casamiento. Hay de todo: revelaciones personales y familiares, un par de tiros, una encamada, algunos robos, un novio aterrorizado que para calmar su incertidumbre toma unas líneas de cocaína.

Sin embargo, lo que importa es la renovación de los vínculos a la luz de un descubrimiento. Deluc sugiere que en todo viaje (iniciático) la identidad de los viajeros se redefine por la imperceptible pero influyente inadecuación entre paisaje, lenguaje y psicología; de ahí que su mirada sobre Buenos Aires y Mendoza no sea turística, aunque Marcus se saque dos fotos con el obelisco de fondo. No hay postales, hay sólo intercambios y contrastes. La foto de Marcus en el obelisco está incompleta si él es el centro del retrato. Por eso repite la toma pero con la novia del transeúnte que saca la foto. En ese sentido, la película de Deluc transita por una vía distinta que El muerto y ser feliz, del español Javier Rebollo, una road movie extranjera que también trabaja sobre la interacción del paisaje vernáculo y la interioridad de sus criaturas, pero que a su vez articula una discreta línea crítica sobre Argentina, como si funcionara como un documental indirecto de la decadencia de un país cuyo desarrollo está ligado solamente a los grandes centros urbanos mientras que las zonas periféricas permanecen como pueblos fantasmas condenados a un retraso perenne.

La simpatía de los intérpretes es ostensible. Es evidente que Deluc profesa un amor igualitario por todos sus personajes, y por eso Philippe Rebbot, que interpreta a Marcus, y el talentoso y reconocido Nicolas Duvauchelle pueden adueñarse de las escenas con total libertad. Es en la interacción afectiva entre los hermanos, siempre cambiante y dialéctica, donde evoluciona secretamente la película, construida a partir de un contrapunto entre personalidades y estadios anímicos. Si es despareja en su construcción narrativa, el retrato de las interacciones afectivas (y la naturaleza de un tiempo de viaje equivalente a lo fugaz) neutraliza sus deficiencias.

Voyage, voyage es una película tan amable como ligera. La prepotencia de la cotidianidad apenas se insinúa en este cuento inverosímil sobre dos hermanos que, a pesar de ser sobrevivientes de sus propias vidas, creen tener el derecho de volver a imaginarlas. Una ilusión atendible, un deseo de la gran mayoría silenciosa.

 Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de septiembre 2013

Roger Koza / Copyeleft 2013