Y NUESTRA VIDA CONTINÚA
Por Roger Koza
El cineasta iraní Abbas Kiarostami murió el pasado 4 de julio en París; lo sobreviven decenas de películas fundamentales en la historia del cine, cientos de fotografías hermosas y algunos haikus que nada tienen que envidiarle a los de Matsuo Bashō. La grandeza de Kiarostami como artista es integral, pero el cine sintetiza la singularidad de su arte.
Filmó la niñez como si se tratara de una edad aliada con la curiosidad cósmica y la aventura existencial; nunca rehusó retratar la vida de los hombres comunes, e insufló de rigor filosófico (y secretamente político) a las historias elegidas para contar; excepto John Ford, nadie ha sabido mirar como él la vastedad del espacio y la relación de los lugares con la vida anímica de los personajes.
El mayor beneficio dispensado por su obra, tanto para los fieles como para los futuros espectadores, no es otra cosa que una discreta reorganización de la sensibilidad en todos sus órdenes. Quien se inocule Kiarostami en sus ojos y oídos, nunca será el mismo. Él solía invocar un dicho persa en el que se insiste que para ver algo a fondo se necesita pedir prestado un par alternativo de ojos. Metáfora perfecta para especificar los efectos perceptivos de sus películas.
La película que encierra la mayoría de los temas que a Kiarostami le interesó es El viento nos llevará (1999). En esta meditación cómica y filosófica sobre la finitud de los hombres, un ingeniero visita una aldea perdida situada en las montañas con una excusa frente a sus habitantes y una agenda secreta que apenas se revela. La interacción de clases, la pertinencia anímica de la poesía en la vida de los hombres, la interrogación moral concreta frente a los otros y la contingencia de todo hombre en el mundo permea el relato amablemente laberíntico de ese film.
Primer plano (1990) es la película ineludible del director. Un pobre trabajador llamado Sabzian va preso por hacerse pasar por un cineasta famoso de Irán y hacerle creer a una familia de buena posición que hará una película con ellos. Kiarostami se entera, va a la penitenciaría y luego reconstruye los hechos con todos los involucrados, quienes además se interpretan a ellos mismos. El cine y la vida jamás se confundieron tanto en un film. Lo que pasa en esa película es verdaderamente increíble. Lucidez suprema: el cine puede ser una forma de consolación para el sufrimiento de los hombres comunes.
Este obituario fue publicado en Número cero, de La voz del interior en el mes de julio de 2016
Roger Koza / Copyleft 2016
Gracias por todo lo que nos has dado, querido Abbas Kiarostami, buen viaje y descansa en paz.